

The Man of the Year
Season 3 Episode 1 | 1h 17m 8sVideo has Closed Captions
Alberto and Ana enjoy their love openly. Mateo hides Barbara from Clara.
Alberto and Ana enjoy their love openly, but a surprise at an award ceremony could change everything. Mateo hides Barbara from Clara. For Patricia, it’s time to choose a side.
Problems playing video? | Closed Captioning Feedback
Problems playing video? | Closed Captioning Feedback

The Man of the Year
Season 3 Episode 1 | 1h 17m 8sVideo has Closed Captions
Alberto and Ana enjoy their love openly, but a surprise at an award ceremony could change everything. Mateo hides Barbara from Clara. For Patricia, it’s time to choose a side.
Problems playing video? | Closed Captioning Feedback
How to Watch Velvet
Velvet is available to stream on pbs.org and the free PBS App, available on iPhone, Apple TV, Android TV, Android smartphones, Amazon Fire TV, Amazon Fire Tablet, Roku, Samsung Smart TV, and Vizio.
Providing Support for PBS.org
Learn Moreabout PBS online sponsorship[♪ Alba Llibre, Lucio Godoy: "Falling In Love"] [♪ Selectracks: "We Could Be Falling In Love" ] -No quiero que estas vacaciones acaben nunca.
-Para el año que viene, ya lo tengo todo preparado.
Mismo hotel, misma habitación, mismo disco de Frank, así que prepárate porque, a partir de ahora, las cosas van a ser siempre así.
-¡Gracias!
-Señorita.
Ven.
Voy a luchar por conseguir la nulidad de mi matrimonio con Cristina.
-Estás loco.
Eso es imposible.
-Lo voy a conseguir, estoy seguro.
Y tú y yo vamos a estar juntos para siempre.
-Puerta.
-¡Hola!
-¿Qué tal la boda?
¿Cómo ha ido todo, hija?
-Muy bien.
Maravillosa.
Y cuando llegó Alberto... -¡Cuánto me alegro, hija!
¡Cuánto me alegro!
¡Pasa, pasa, pasa, pasa!
Ya va siendo hora de que empecéis a ser felices.
-Ay, gracias por todo.
-Nada, hija, hice una promesa.
Solo tenía que cumplirla.
No volveré jamás a oponerme a vuestra relación.
Jamás, pero os pido una cosa, eso sí, que seáis discretos, que hagáis las cosas bien, que en la medida de lo posible... -Que Alberto va a pedir la nulidad.
-Es la mejor manera de empezar, pero cuidado, ¿eh?
No lo vais a tener fácil.
El camino va a ser largo, hija, largo y complicado.
Largo y complicado.
Cuánto me alegro, hija mía.
-Le echaba mucho menos.
-Don Alberto, bienvenido a casa.
-Gracias, Elvira.
¿Ha llamado la señora o ha venido por aquí estos días?
-No, ¿quiere que la localice?
-No es necesario, gracias.
-Serás cerdo.
Me has quitado las acciones de mi madre.
El juez dice que ese matrimonio nunca fue legal.
-Nada nuevo, ¿no?
Te espero luego en la junta para hacerlo oficial.
-Esto no me quedará así, lo sabes, ¿no?
-Claro que no, Patricia, esto no ha hecho nada más que empezar.
Prepárate porque te voy a hundir.
-Buenos días, Clara, con matrícula de honor por sobrada experiencia.
-¿Crees que nos oyó alguien anoche?
-Un poco tarde para preocuparse por eso, ¿no crees?
-Bueno, bueno, da igual, pero si me escuchan don Emilio o doña Blanca... -La culpa es tuya por gastarme el nombre.
"¡Mateo, por favor!
¡Mateo!
¡Ay, Dios mío, Mateo!"
"¡Mateo!
¡Mateo!
¡Mateo!
¡Ay, ay, Mateíto!"
-Bueno, entonces, lo que tenemos que hacer es ir a tu casa.
-Bueno, la tengo toda muy [inaudible] con el tema de la mudanza.
-Ya, bueno, pero algún colchón habrá, digo yo.
O si no, tendrás suelo, ¿no?
¿O es que ahora te vas a poner exigente?
-¿Interrumpo?
-¡Alberto!
-¡Buenos días!
-Don Alberto.
-Clara, ¿le he dicho alguna vez que estoy encantado de que sea mi secretaria?
-¡Eh, eh!
Esa manito.
-Lástima que te fijaras en Mateo.
-Alberto... -Entiendo que, si está usted aquí, Ana también.
-También.
Esta noche, dobles parejas.
Tú con Clara y yo con Ana.
-Alberto, por primera vez nos va bien con nuestras novias, pero ¿por qué estropearlo saliendo con ellas?
-Pero ¿tú sabes las ganas que tengo yo de hacer vida normal con Ana?
-Has dejado a Cristina, la colección de De la Riva va a ser un pelotazo.
Clara lleva semanas sin darme una bofetada.
Si no celebramos esto, vas a hacer llorar a Dom Pérignon.
-Vale, que esta noche, Dom Pérignon, nuestras chicas.
-Tú y yo.
-Y el nuevo autocine de Barajas.
-¡De juerga!
-La atmósfera perfecta para hacer lo que tú quieras.
-Tú sí que sabes dónde me duele, ¿eh?
Bueno, así mantengo a Clara alejada de mi casa.
-¿Todavía no...?
-Sí, sí, sí.
Bárbara sigue allí, no se va. No puedo.
-¿No se lo has...?
-No, no, no.
Clara no lo sabe.
No me des un sermón, por favor.
No quiero sermón.
Ya lo sé, solo ayudo a una mujer necesitada.
El desgraciado de Enrique la puso de patitas en la calle.
¿Qué quieres que haga?
-¿Me llamabais?
-Buenos días, Enrique.
-Teníamos una junta, ¿no?
-Sí, por supuesto.
-¿Qué pasa aquí?
Estáis muy contentos.
-Trabajamos en Velvet, estamos contentos, claro.
-Por favor, Enrique.
No, Mateo, no te vayas.
Quiero que presencies esto.
Va a ser legendario.
El único matrimonio legal de mi padre es el que tuvo con mi madre.
Lo que significa que todas las acciones que Patricia recibió de Gloria no eran de ella, sino que me pertenecían a mí.
No sé si todo esto ha quedado claro.
¿Necesitas que profundicemos más?
-¿No vas a decir nada?
-O sea que 40% del accionariado para ti, 40% para mí y 20% para Patricia.
Menos da una piedra.
-Hijo de puta.
-Ten cuidado con el tono, que le estás hablando a un socio mayoritario.
-Me das asco, Enrique.
De todos los caraduras que me han contado en la vida, tú eres el peor de todos.
¿Y sabes qué?
Que me genera sarpullidos verte ahí sentado y voy a hacer todo lo posible... -Como sigas siendo así de vulgar, lo mismo me planteo si te dejo entrar a las juntas.
-Ya volverás... -Alberto.
¿Habéis solucionado vuestros problemas o quieres que te ayude con mi hermana?
-No, sí, todo arreglado.
Y no es tu hermana la que me preocupa, es la mía.
Lleva mucho tiempo en casa de nuestra prima de Burdeos.
Demasiado si tenemos en cuenta que no la ha soportado nunca.
¿Qué está pasando?
-¿Por qué no se lo preguntas tú?
-Ya lo he intentado, pero no me coge el teléfono.
-Lo que pasa entre tu hermana y yo es asunto nuestro.
Si quieres salvar un matrimonio, empieza por el tuyo.
-El nuevo reparto de acciones no te pone por encima de mí, así que un respeto.
-El respeto no te lo dan las acciones, Enrique.
El respeto hay que ganárselo.
-Hola, Alberto.
Me gustaría que pudiéramos hablar.
-No creo que sea lo mejor volver a pasar por esto.
-Creo que podemos solucionar las cosas.
-No hay nada que solucionar, Cristina.
Yo me equivoqué y no sabes lo que me odio por eso, porque hay mucha gente que está sufriendo.
Pero la decisión ya está tomada.
-Estamos casados, Alberto.
Tú no puedes romper un matrimonio.
-¿Qué es lo que quieres?
-Quiero que sepas algo que v... -¿Qué quieres?
¿Que estemos juntos sin estar enamorados?
¿Eso es lo que quieres?
Lo siento, Cristina, yo... Quizá ahora no te des cuenta, pero es lo mejor para los dos.
-¿Lo mejor para los dos?
Será lo mejor para ti y para la desgraciada esa.
-No te consiento que hables así de ella.
-¿Me estás pidiendo un respeto tú?
Tú que nunca me lo has tenido.
No, Alberto, por favor.
Por favor.
-No quiero hacerte más daño, Cristina.
-Pues entonces no me dejes, Alberto, por favor.
Necesito que me escuches, por favor.
Alberto, tengo que decirte algo.
-Cristina, qué alegría verte.
¿Queréis tranquilizaros?
Os está mirando todo el mundo.
-No te preocupes, Mateo, que yo ya no tengo nada que hacer aquí.
Te juro que te voy a hacer pagar por todo el daño que me has hecho, Alberto.
Te lo juro.
Bárbara.
Te necesito.
[llorando] Sí.
-¿Estás bien?
-¿En qué momento acepté la absurda idea de casarme con ella para salvar estas galerías?
-Tan absurda no ha sido.
Aquí seguimos, ¿no?
No creo que sea el momento ahora de preocuparse por eso.
-Me mata hacerle daño, Mateo.
No te lo puedes ni imaginar.
Pero no quiero seguir engañándola.
Ella se merece estar con alguien que le haga feliz.
Y yo me merezco estar con Ana y no voy a parar hasta conseguirlo.
-Muy bien.
Tienes mi bendición.
Pero que sepas que no te lo va a poner nada fácil.
-Aguanta, no quiero ni pensarlo.
-Galerías Velvet.
Eh, sí, soy su secretaria.
Ajá.
Claro.
¿Cuándo sería?
Perfecto.
Pues ahora mismo se lo digo, de su parte.
Muchas gracias.
¡Don Alberto!
Disculpe, no sabía que estaban reunidos.
-Dígame, Clara.
-Pues que resulta que han llamado de la Asociación de Empresarios porque están organizando la gala anual y que le han otorgado el Premio Hombre del Año.
-¿Hombre del Año?
-¿Alberto?
¡Alberto, que te han dado el Premio del Año, por favor!
¡Te han dado el Premio del Año!
¡Esto es enorme!
¿Es una broma o es en serio?
-Es en serio.
¡Dios mío, por favor!
Eso solo se lo dan a las leyendas vivas de los negocios.
Enhorabuena, de verdad.
¿Dónde es la gala?
-En el Embajador.
-¿Cuántas personas podemos llevar?
Lo digo más bien para ir haciendo números.
-Bueno, llamarán más tarde para confirmar el número de invitados.
Pero mañana, más tardar, deberíamos ir pasando cuál es la lista de los invitados.
-Muy bien, muchas gracias, Clara, muchas gracias.
-Enhorabuena, don Alberto.
-Gracias.
-¿Sabes qué significa esto?
No vamos a volver a pagar una copa en esta ciudad en la vida y las mujeres... -Que te pierdes, Mateo, que te pierdes.
-¡Venga, va, reconócelo, que estás en racha!
-¡Estamos en racha!
Esto hay que anunciarlo, Mateo.
Ha sido un éxito de todos.
De todos los empleados.
-Y de la empleada también, ¿no?
-Doña Blanca, De la Riva había pedido unas telas de la nueva colección y no aparecen.
¿Sabe usted dónde pueden estar?
-Ah, quizás algún desvío en el reparto.
Seguro que no es grave.
-La veo muy relajada, doña Blanca.
Espero que De la Riva se lo tome con tanta relajación como usted cuando llegue.
-¿Qué tal la boda?
Don Alberto, no sabía que hubiese vuelto.
Espero que haya descansado.
-La verdad que unas buenas vacaciones no le vienen mal a nadie.
-Don Alberto viene a comunicar algo.
-Señoritas, dejen un momento lo que están haciendo, por favor.
-Quería comunicarles que la Asociación de Empresarios de España me ha otorgado el premio al Empresario del Año.
-Hombre del Año, no es lo mismo, Alberto.
-Quería decirles que este premio sin ustedes hubiera sido imposible.
Gracias a su talento, a su compromiso, a su creatividad... -Al trabajo en equipo de todas... -Gracias a todo ello, este premio es posible, así que, felicidades.
-Felicidades a usted, don Alberto.
-Además, es muy importante que sepan que... -Importantísimo.
Este es un premio importantísimo.
Si me permites, Alberto, eh... No hay tiempo que perder.
Estoy convencido, estamos convencidos que la colección de Raúl de la Riva será un completo éxito.
Enhorabuena.
Así que, sin más... -No me puedo creer que esté besando al Hombre del Año.
Qué orgullosa estoy de ti.
-Vamos al autocine esta noche.
-Mmm, el autocine me encanta.
-[inaudible].
-¿Y qué vamos a ver?
-¿Qué más da?
Ya sabes a lo que se va a los cines de verano.
-¿A qué?
-A comer palomitas.
-Contigo al autocine, como una pareja normal.
-Como lo que somos.
Quiero que vengas conmigo a la gala.
-Tú estás loco.
No puedo ir contigo.
-¿Cómo?
¿Cómo que no?
¿No vas a venir conmigo?
-No.
¿Y Cristina?
No podemos aparecer en público juntos.
-Lo tengo muy claro, Ana.
Ya no hay marcha atrás.
[silbidos] Raúl.
¿Ya has vuelto de París?
-A mí no me vengas con historias, que ya me he enterado.
Enhorabuena, Hombre del Año.
-Muchas gracias, Raúl.
-¿Y tú?
Tú estás muy mona, ¿no?
¿Tú qué te has hecho en el pelo?
¿Te has hecho algo en el pelo?
-No, pero, pero gracias.
-Y tú has cogido unos kilitos, ¿no?
-Alguno.
-Las francesas, muy guapas, pero muy mustias, muy rancias.
Mucho Camembert y poco jamón serrano.
Vengo un poco preocupado con los tejidos, Alberto, porque no he encontrado nada que me guste y no tenemos tiempo.
-No te preocupes.
-¿Cómo no he de preocuparme?
-Esta tarde viene mi tío Esteban y creo que nos va a enseñar algo que nos va a gustar.
-Pero... -¿Por qué no nos enseñas tus modelos?
-Sí, sí, claro, te lo enseño.
Yo te enseño todo, pero [inaudible].
No va a haber una mujer en Madrid que no quiera lucir uno de estos.
-Además, de verdad.
Y la espera ha valido la pena.
-Sí.
-Más expectativa para nosotros.
-Sí.
-Yo lo que he visto de las otras firmas no me ha gustado nada.
-Nada.
No me ha gustado nada a mí tampoco.
-Solo queda Oxford y yo dudo que salgan con algo con tanta fuerza como esto.
-No.
-Aquí hay caballo ganador.
-Caballo ganador.
Sí.
Ha merecido mucho la espera.
Tengo unas ganas de que lo vea Cristina.
Por favor.
Este le va a encantar.
Este le va a volver loca.
-Bueno.
Os dejo.
Enhorabuena, Raúl.
Me gusta mucho.
Se ve genial.
-Ay, Ana, cariño, perdóname.
Que me pongo muy nervioso, de verdad.
-Ay, no, no.
No, no, no.
Si la colección es estupenda.
Enhorabuena.
-Muchas gracias.
Oye.
Cuéntame.
La del Belategui ¿qué tal?
Que se han tenido que quedar muertos en el pueblo cuando la vieron, ¿no?
-Estaba tan guapa.
Y la boda fue tan divertida.
Bueno, cuando aparecieron Mat... eh, con la tarta, cuando aparecieron con la tarta, fue genial.
-Claro, es que las bodas de pueblo son muy emotivas porque como son tan primarios... -¿Interrumpo?
-Emilio.
-¿Mmm?
-¿Dónde está la tela de charmeuse que pedí hace meses?
-Según doña Blanca, la autorización tiene que darla don Enrique y no lo ha hecho.
-¿Cómo?
-Lo que oye.
-Qué incompetón.
¿Dónde está mi charmeuse?
-Tu charmeuse se va del presupuesto.
-"Beethoven, tus violines se van de presupuesto".
¿Quién dijo eso?
Nadie.
-¿Te estás comparando con Beethoven?
-No, en absoluto.
Yo visto mejor.
-Mmm.
El dinero es el que es.
Busca otra cosa.
-Voy a hacer como que no has dicho eso.
Enrique, yo sé lo que quieres.
Quieres arruinar mi carrera.
Ya lo intentaste con tu artimaña de París.
-¿Yo?
No, estate tranquilo, Raúl.
Cuando yo quiero arruinarle a alguien la carrera, normalmente lo consigo a la primera.
-Pues conmigo ya llevas dos intentos.
¿No será que estás perdiendo fuelle?
Quiero mi charmeuse.
Ya.
-Buenos días.
-Buenos días.
-Alberto.
-Raúl.
-Enrique se niega a conseguirme el charmeuse.
Yo no puedo trabajar así.
Es como andar con una piedra en el zapato.
-Peor sería trabajar descalzo, ¿no, Raúl?
-Para mí no.
Yo estoy acostumbrado a trabajar con los mejores.
Con los mejores materiales y con los mejores profesionales.
Por eso acepté trabajar para Velvet.
¿Esto sigue siendo Velvet, sí o no?
-Dime una cosa, Raúl.
¿Realmente necesitas el charmeuse o se trata de un pulso con Enrique?
-Lo necesito, Alberto.
-Te lo consigo.
Déjalo en mis manos.
-Hola, Jonás.
-Hola.
-¿Qué tal?
¿Cómo terminasteis el día de la boda?
¿Sabes algo de Luisa?
-Pues, ¿qué esperabas, hombre?
Si yo donde pongo el ojo, pongo la bala.
-Anda, déjate de películas.
¿Qué tal está?
-Muy bien, muy bien.
Está de gira, llenando conciertos.
Ah, y ha grabado un disco.
-Ay, cuánto me alegro.
¿Cuándo has hablado con ella?
-Bueno, hablar, hablar, a ver, ella no me lo ha contado porque está liadísima, ¿no?
Pero, vamos, que es un clamor.
-Ya.
¿Cuándo ha sido la última vez que hablasteis?
-Hace un día.
Semana y media, ¿no?
La verdad es que ¿qué más da?
Lo importante es que no para de salir en las revistas y no le puede ir mejor.
Además, quedó en llamarme, o sea que no tardará mucho.
-Bueno, tú no te desanimes.
Si sabes algo de ella, me cuentas, ¿eh?
-Ya te digo, mañana, pasado como mucho.
-Venga, que vas a llegar tarde.
-¿Qué haces aquí?
-Creo que estoy yo más nerviosa que tú.
No podía esperar más tiempo ahí dentro.
¿Tú estás bien?
-Nervioso.
Como un niño.
-Ay, vamos.
Vamos.
-¿Tú crees que le gustarán?
-Estoy segura.
Además, hoy estaba de muy buen humor con lo del premio.
-¿Qué premio?
-Le acaban de nombrar Hombre del Año.
Nunca le había visto tan contento.
-Mejor en otro momento.
-Ay, no digas tonterías.
Ven.
-¿Cómo tengo la corbata?
-Perfecta.
Piensa en todas las reuniones que llevas a tus espaldas.
-Es diferente.
Es Velvet.
Es mi familia.
Es una nueva oportunidad que me da la vida.
No quiero desaprovecharla.
-Pues no lo hagas.
Yo no pienso hacerlo.
-¿Suben?
-Sí.
-Claro.
-Los muestrarios por fin.
-Las cosas buenas se hacen esperar.
-En Velvet, no.
Y usted debería saberlo.
-Buenas tardes.
-¿Perdón?
-Buenas tardes.
Creo que no nos hemos saludado.
-Cuando necesite una clase de buenas maneras, se lo haré saber.
Mientras tanto, tenga a tiempo los muestrarios.
[golpes en la puerta] Adelante.
-Buenos días, don Alberto.
-Enhorabuena, Hombre del Año.
Me acabo de enterar.
-Muchas gracias.
Bonita corbata.
-Permiso.
-Como verá, don Alberto, el Sr. Márquez tiene un catálogo perfecto para la colección del Sr. De la Riva.
Tiene todo tipo de tejidos.
Muchos de ellos, únicos, ¿verdad?
De los que llevábamos tanto tiempo buscando.
-Muchas gracias, doña Blanca.
Pero estoy seguro que el Sr. Márquez sabrá convencerme.
-Sí, claro.
Por supuesto.
Les dejo a solas.
-Es solo una pequeña muestra del material.
-Seda natural.
-Shantung, de la mejor calidad.
-¿Tienes charmeuse?
-Podría conseguirla.
En cinco días, me veo con mi... -Lo necesito mañana.
-Solo hay un proveedor en Madrid y tiene lista de espera.
Podría hacer una excepción con nosotros, pero resultaría caro.
-Estoy dispuesto a pagar el precio que haga falta.
-Mañana la tendrás.
-Bienvenido a Velvet.
-Gracias.
-¿Se puede saber qué le pasa con Esteban?
-Esteban es ahora un proveedor más de las galerías y le he tratado como tal.
-Acaba de llegar después de muchos años y me gustaría que todo saliera bien.
¿No podría dejar atrás las rencillas del pasado y darle una oportunidad?
-Aunque usted no se lo crea, doña Blanca, a Esteban se le han dado muchas oportunidades.
-Pues como quizás esta sea la última, le agradecería que hiciera un esfuerzo por colaborar para que todo salga bien.
Creí que en todo este tiempo habíamos tenido la oportunidad de hacernos amigos.
-Doña Blanca.
Puede contar conmigo.
-Muchas gracias, don Emilio.
-¿Interrumpo?
-Don Emilio, mire qué me ha llegado.
De Luisa, mi Luisa.
Su primer disco.
Está guapísimo.
-El descanso ha terminado hace exactamente... -Y traía esta carta, dice: "Querido Jonás, aquí te mando mi primer single."
La verdad es que no sé qué quiere decir, pero el disco me ha encantado.
Si es que te tengo loquita.
-Jonás, hágame caso.
No se deje llevar por el entusiasmo.
-Ah, pero ¿cómo no me voy a entusiasmar, don Emilio?
Si me dice que me quiere al despedirse.
-Solo le digo que se ande con cuidado y ahora apague eso y suba a trabajar.
-Don Emilio, don Emilio, don Emilio, don Emilio.
Es que con esto de la Luisa... Usted sabe que Pedro y Rita se han casado, ¿no?
-Sí, Jonás, sí.
Aunque me vea un poco mayor, todavía me acuerdo de lo que pasó ayer.
-Ayer, ayer... -¿Qué pasa con Pedro y Rita?
-Vamos a ver.
Que en el pueblo, después de la boda... Usted ya sabe cómo es mi primo, ¿no?
Y no hacía más que temerse que les iban a echar de las galerías.
-Pero ¿cómo les vamos a echar por casarse?
-No, de aquí, de aquí, de las habitaciones.
Ya sabe que aquí no hay habitaciones de matrimonio, que su habitación no es ni de chicos ni de chicas.
Entonces es cierto.
¿Les van a echar?
-Naturalmente.
Naturalmente.
En cuanto entren por la puerta.
Y usted irá detrás si no sube ahora mismo a trabajar.
-Claro, claro.
-Siempre preocupada por deslumbrarme.
-No, me voy.
Hoy tengo curso de contabilidad.
-¿En una coctelería?
-No, pero tengo que causar buena impresión, que van todos hechos un pincel, empezando por José Luis.
-¿El profesor?
-No.
El profesor se llama Ignacio.
José Luis es mi compañero de pupitre y parece de buena familia.
No quiero que piense que no tengo un duro y que me acuesto con mi jefe para que me financie el curso.
Ya sabes lo que quiero decir.
-Pensé que al curso solo iban chicas.
-¿Y por qué pensaste eso?
-No lo sé.
¿Y el José Luis este a qué se dedica?
¿Contable?
¿Secretario?
-¿Estás celoso, Mateo?
-No, para nada.
Para nada.
-No, es de buena familia y solo lo hace para gestionar mejor su fortuna.
-Ay, mira qué bien, qué responsable, qué majo.
-Pero tú no te preocupes, porque si quieres, esta noche... [susurra] Y te puedo hacer un resumen de lo que he hecho en el curso.
-¿Un resumen?
Eso está muy bien.
Y también... -Ajá.
-...si te parece... [susurra] Y me puedes proponer algunos ejercicios.
-¿Ejercicios?
-Esta noche en tu casa.
Nos vemos.
-¿En mi casa?
-Cristina, te dije que no fueras a las galerías.
-Ya lo sé, Bárbara, pero quería decirle lo de mi retraso.
-¿Y qué hay de tu orgullo?
-Es que esta tarde tengo los resultados.
-¿Qué hace usted aquí?
-Mateo, ¿conoces a Ramira?
Ha venido a ayudarnos con la casa.
No te preocupes, no te va a salir muy caro.
-Bárbara, habíamos quedado en que esta semana te ibas a buscar una casa.
Estoy cansado de vivir con mis madres.
-Sí.
Sí, lo iba a hacer.
Lo iba a hacer, pero, mira, resulta que me ha dado una contractura, ay, aquí.
Ay, que me está matando.
¿Tú no sabías dar masajes?
¿Harías el favor de mirármelo?
Mira, esta zona de aquí.
Uy, tengo una tensión acumulada.
Uf.
-A ver.
-¿Lo notas?
-Mjm.
Clara viene esta noche, necesito que te vayas.
-Mateo, eres lamentable.
-Vete.
-Mira, no hace falta que seas tan desagradable.
-Vete.
-Ay.
Sabes la situación en la que me encuentro.
Enrique me ha dejado tirada como un perro.
-Mjm.
-Y no tengo otro lugar a donde ir.
-Mjm.
-Ay, y la pobre Lourdita esa, además.
-Bárbara, tienes que intentar organizarte mejor.
Estoy intentando independizarme.
¿Has cambiado de perfume?
-Pensé que no lo ibas a notar.
-A ver.
-¿Te gusta?
-Tienes que intentar solucionar las cosas con tu marido ya.
-¿Para eso me has traído aquí?
¿Para echarme?
-No.
-¿No?
-Bárbara, no.
-No.
"Bárbara, no" no.
-Escúchame.
-No, "Bárbara, no, escúchame" no.
No, no te preocupes.
Mira, ahora mismo recojo todas las cosas de Lourdita, ¿eh?
La cojo a ella y nos vamos.
¡Ramira, trae a Lourdita!
No nos quieren en esta casa.
Y espero que tu conciencia pueda dormir tranquila mientras yo me busco un catre lleno de cucarachas en cualquier albergue.
¿Eh?
Y tú te quedas con todo este piso de soltero para ti solo, como picadero.
Me he pasado, ¿no?
-Un poquito, sí.
Está bien.
Una noche más.
Pero mañana te quiero buscando piso.
¿Entendido?
-Ay.
¿Has visto como todos los hombres son seres despreciables?
-Haces que parezca todo tan sencillo.
-Parece sencillo porque es sencillo.
Cristina, los príncipes azules no existen.
Y los finales felices de las películas son un cuento chino.
Cuanto antes lo asumas, antes podrás vengarte de Alberto.
Si el Hombre del Año no te ha escuchado hoy, te escuchará mañana delante de todo el mundo.
Cristina, vas a luchar por lo que es tuyo.
-¿Qué pasa?
¿Están todos sordos?
¿Eh?
Galerías Velvet, dígame.
-Don Emilio.
Don Emilio.
¿Cómo está usted?
No sabe la felicidad que me hace escucharle, de verdad.
-Discúlpeme.
Discúlpeme.
¿Con quién hablo?
-¿Cómo que con quién habla?
Con, con Pedro.
-¿Pedro?
¿Qué Pedro?
-Pedro Infantes, el que entraba todo el rato a... El de los recados.
No se acuerda de nosotros.
No se acuerda... -Anda, atiende.
-¡Ah!
Pedro Infantes, el feliz desposado.
¿Qué tal?
Bueno, la celebración antológica, según mis noticias, ¿eh?
-Sí, sí, sí.
Fue muy lógica.
Lo que le quiero decir es que le echamos muchísimo de menos.
Muchísimo de menos.
-Y a las galerías.
-A las galerías las echamos también muchísimo de menos.
A lo que voy es que, usted sabe que yo soy un hombre muy responsable, y si Rita y yo no estamos allí, tienen que tener muchísimo muchísimo trabajo, ¿verdad?
-Pues no se crea.
No, nos hemos organizado divinamente.
Bueno, ya sabe que nadie es imprescindible en este mundo, ¿eh?
Por cierto, Pedro, su habitación ya ha sido ocupada por Ignacio.
Pero no se preocupe, porque yo me he encargado personalmente de custodiar... -Nos han echado de trabajo.
Nos han quitado la habitación... -¡Don Emilio!
¿Cómo está usted?
Sí, soy Rita.
Sí, oiga, que enseguida nos ponemos de camino, ¿eh?
Que ya estamos ahí y nos ponemos manos a la obra.
Seguro que Lucifer... Seguro que doña Blanca no tiene quien le siga el ritmo, ¿eh?
-Sra.
Infantes, enhorabuena, ¿eh?
Hay que ver, hay que ver cómo cambian las cosas, ¿eh?
-¿Cómo cambian?
¿Tanto?
-Mírense, casados como Dios manda, ¿le parece poco cambio?
En fin, cuando vuelvan, que no tiene por qué ser mañana mismo, tendremos tiempo de ponernos al día de todo, ¿eh?
¿O llamaban para algo más?
-No, no namás.
Que ya, que ya mañana nos vemos y hablamos de cómo cambian las cosas.
-Vengan sin prisa, ¿eh?
-Hasta luego, don Emilio.
"Vengan sin prisa", ha dicho.
"Vengan sin prisa".
-Nos echan del trabajo.
Y nosotros en Porrillos.
-¿Estás nervioso?
-¿Nervioso?
¿Yo?
-Un poco.
-Tengo mi vida totalmente controlada.
Ríete.
-Sí, sí, sí.
-Señores, si me están esperando a mí, siento decepcionarles, pero yo me repliego al hogar, que mañana va a ser un día muy duro.
-Un día es un día, Raúl.
Te puedes permitir bajar una marcha.
Estás haciendo un trabajo excepcional.
-No, Alberto.
Los nuevos diseñadores vienen pisando muy fuerte y yo no pienso quedarme atrás.
Te lo juro.
-Con tal de que Oxford no se haya hecho con el dichoso Phillipe Ray, todo irá bien.
-¡Oh!
-¿Phillipe Ray?
-No deja de salir en prensa.
Luisa llevó uno de sus modelos en el especial de San Valentín.
Desde entonces, todo el mundo habla del enigmático modisto.
Nadie lo conoce, nadie lo habla con él.
-Yo le conozco.
-No te creo.
-Y no ha fichado ni por Oxford ni por nadie.
Es un alma libre.
-¿Y cómo es?
-Ni te lo imaginas.
Es guapo, joven.
Le gustan los chicos con bigotito.
Como tú.
¡Au revoir, caballeros!
-¿Y esa cara?
-Ya estamos.
-Ya estamos.
-La espera siempre merece la pena.
-Te lo diré cuando vaya a tu casa.
-Sube.
-¡Qué guapa!
-Gracias.
-Ay, ¿no vienen?
¡Venga, que va a empezar!
-Suerte.
-Igualmente.
-Señorita, para usted.
Palomitas.
Su refresco.
-Oye, ¿cómo se llamaba este compañero tuyo de clase?
-Shh.
Que va a empezar.
-Oye.
Mateo me ha hablado de un nuevo diseñador.
Alguien que, por lo visto, está teniendo mucho éxito.
Tiene un nombre raro, un nombre extranjero.
-No sé, pero si quieres, me entero.
-Phillipe.
¿Cómo era?
Eran dos nombres.
Phillipe Ray.
Sí, y yo pensé: "Claro".
Qué curioso.
Alguien que firma sus diseños con el mismo nombre que yo firmaba las cartas que te mandaba de Londres.
-Qué casualidad.
-Qué casualidad, qué curioso.
¿Has estado trabajando fuera de las galerías?
-Lo siento.
-¿Has estado trabajando a mis espaldas?
¿Por qué no me lo has dicho?
-Lo siento mucho, Alberto.
Era cuando tú estabas con Cristina y, y yo sentía que te había perdido.
Necesitaba llenar mi vida con algo.
Y ahí fue donde me refugié.
Lo siento muchísimo.
-Ya.
Esa es la manera que tienes de castigarme.
Trabajando para otras personas.
Yo te doy una oportunidad increíble de poder ser la diseñadora de Airsa y tú me la pagas así, utilizando mi pseudónimo para hacer diseños.
Pues ¿sabes qué te digo, Ana?
Que me alegro... ...que hasta cuando quieres huir de mí, vuelves a mí.
-Oye, ¿no deberíamos ver un poco la película por si Alberto y Ana quieren comentar después?
-Pues parece que no les está interesando mucho, la verdad.
-Muy buena película, Mateo.
-Buenísima.
Muy, muy buena.
-Buena buena, ¿eh?
-Uf.
La verdad que hacía tiempo que no veía una película tan buena.
-¿Te gustó?
-Uy, a mí me encantó ¿y a ti?
-El final sobre todo.
-Oye, y ya estamos, ¿por qué no vamos a tomarnos unos helados?
-Me encantaría.
-Bueno, la verdad es que yo estoy así como un poquito... -Yo estoy cansado.
-Sí, ¿verdad?
Además, mañana tenemos todo esto del... -De lo del hombre del año.
-Claro.
-¡Uf!
-Uf.
-Mucho trabajo, mucho trabajo.
-Mejor cada uno por su lado, ¿no?
-Sí.
-Mateo, buenas noches.
-Que descanséis.
-Hasta mañana.
-Hasta mañana.
-¿Tú no estabas muy cansado?
-¿Qué querías?
¿Que nos interrogaran sobre los protagonistas mientras nos tomábamos un helado?
-Pensé que tenías que hacer tantas cosas mañana que íbamos a ir a tu casa.
-Mejor estar aquí en mi casa, ¿no crees?
¡Clara!
¿No te acuerdas?
Aquí fue nuestra primera vez.
-No sabía yo que eras tan romántico.
-Eso siempre.
Este sitio es muy importante en mi vida.
Nuestra vida.
Clara, nuestra vida.
Aquí me enamoré perdidamente de tu poca experiencia.
[♪ Kathleen Irvine: "Tonight"] [risa] -¿Qué pasa?
-Si Mateo escuchara esta canción... -¡No me lo puedo creer!
-¿Qué pasa?
-¿Cómo que qué pasa?
¡Otro clásico en mi vida!
¡Escucha!
-¿Adónde vas?
[gritos] -Vamos p'adentro y que sea lo que Dios quiera.
-Pedrito, deja ya la tocata, no podemos hacer como si nada de esto estuviera pasando.
Ya van a ver la cara que traes y nos van a echar a la calle.
-Si es que ya lo decía mi madre, que yo, mucha cara de macho cabrío, no tengo.
Si no nos teníamos que haber casado.
-Oye, no digas eso, ¿eh?
Además que, que tú qué sabes, que yo lo he estado pensando y, y lo mismo eso de que las cosas cambian, a lo que se refería don Emilio es que ahora sí que puede vivir un matrimonio en las galerías.
-¿Sí?
-Sí.
-Si es que tiene razón, si es que soy un agonías.
¿Vamos p'adentro?
-Sí.
-Venga.
Vamos p'adentro y que sea lo que Dios quiera.
-¿Y ahora qué pasa?
-Nada, nada.
La... ¡Uy!
[inaudible].
La tradición... -¿Qué?
¡Ah!
-...es la tradición.
-¡Ah!
¡Ah!
¡Ah!
-¡Aquí los Infantes!
¡Más grandes que antes!
Es lo primero que se me ha ocurrido, pero como hemos dicho, de entrar con valor.
¡Hola!
-¿Hay alguien aquí?
-No sé.
¡Hola!
¡Traemos chorizo!
Qué raro que no reaccionen con el chorizo.
-Sí.
-Parece una película de miedo.
-Aquí tienen al Conde Drácula.
-Don Emilio, que me mata de un susto, por Dios.
Qué alegría, qué alegría me da ver... Bueno, que ya pensábamos que... -Que no había venido nadie a recibirnos.
Tenemos tantas ganas de verles y de ponernos a trabajar.
-Sí, sobre todo eso, sobre todo de trabajar.
-Precisamente del trabajo quería hablar con ustedes.
Síganme, por favor.
-Pero no se vaya a precipitar usted, don Emilio, que ya se sabe que la distancia altera los sentimientos y la realidad de las cosas.
-Yo le he dicho que estamos muy felices.
Es verdad que estamos casados, casados, el uno con el otro y el otro con el uno.
Yo le he dicho ya que usted es como un padre para mí, ¿verdad?
No nos haga esto, don Emilio, por favor.
Si es que no nos puede echar por apostar por el amor.
-Rita, algún día tendrá usted que contarme por qué decidió casarse con semejante mentecato.
-Es que nosotros no somos nadie si perdemos esto.
-No me cuente nada, son tal para cual.
¿Perder el qué?
¿Perder el qué?
Levántese, ¡levántese!
Bienvenidos a su nuevo hogar.
-Hay una cama grande y todo.
Mira.
¿Ha hecho solo esto usted, don Emilio?
-Hacía tiempo que quería deshacerme de un montón de cosas.
Ya no me cambian en la habitación.
Y además, uno no se casa todos los días.
-Gracias.
-Ni un puchero ni una lágrima más.
Ya, ya.
-Gracias, don Emilio.
-Ya.
-Esto es mucho más de lo que podíamos imaginar.
-No sé cómo podremos agradecerle algo así.
-¡Sorpresa!
-Esto es lo mejor que me ha podido pasar en mi vida.
-Don Emilio, qué calladito se lo tenía, ¿eh?
Que ahora cuando me lo contaban las chicas, pensaba que me estaban tomando el pelo.
Tres días montando esto.
Si es que en el fondo es usted un pedazo de pan.
-Son cosas compradas en el rastro, no tienen la menor importancia.
-Tío, no se quite el mérito, que lo que ha hecho es precioso.
Y además, no nos ha dejado participar a ninguno.
-Bueno.
Chico, tengo que ir.
-¿Y eso de lo que nos quería hablar?
-Ah, de lo del trabajo, sí, claro.
Tómense la mañana libre para ordenar sus cosas.
Se incorporarán al turno de la tarde.
Y ustedes, dentro de diez minutos, los quiero arribar.
-Venga.
-Vamos, primo.
-Venga.
¡Desembucha!
-Queremos saberlo todo.
-Pues todo, todo.
Bien, gracias.
Sí.
-Ah, ¿sí?
¿Todo bien?
-Sí.
-¿Y tú crees que nos vamos a conformar con un "todo bien"?
Venga, Rita, que nos conocemos.
Cuenta, ¿qué tal fue la gran noche?
-Rita, que llevas años poniéndonos la cabeza como un bombo con lo de la flor, la flor.
¿Tú te crees que nos vamos a conformar ahora con esa respuesta?
-La noche de bodas con la mujer de tu vida ¿y no hay nada que contar?
No.
Tú me estás escondiendo algo, primo.
Ah, no, no, no, claro, claro.
Lo que pasa es que, como ahora es tu mujer, pues te da vergüenza contarlo.
-Eso es, eso es.
Bueno, imagínate.
-No, no, si yo me lo imagino, pero quiero detalles.
-...y cuando íbamos a... ¡Pum!
Padre.
-¿Padre?
-Pues como te lo digo.
Sonámbulo.
-¿Su padre es sonámbulo?
-Sí.
-¿Desde cuándo?
-No lo sé, primo, lo único que sé es que entró por la puerta dormido como un fantasma y se metió en la cama.
-¿Qué?
-¿Qué?
-No te rías.
Si te digo que se metió en la cama, se metió en la cama.
-Como os lo cuento, toda la noche ahí metido entre los dos, dormido como un ceporro.
-Pero ¿y qué hicisteis?
-Pues ¿qué vamos a hacer?
Pues dejarle dormir.
Si despertamos a un sonámbulo, le da un siroco y se queda tieso como un cactus.
-Pero en algún momento se despertaría.
-Sí, todos los días a las 5:00, para llevarme a cazar.
-Pero si todos los días cazar.
-Pues ahora se conoce que le encanta, chica, porque todas las mañanas en pie a las 5:00 como un clavo.
-Pero, hija, lo hará por compromiso.
-Por lo que fuera, el caso es que el resto del día, el pobre Pedro estaba reventadito perdido.
-Imagínate, primo, yo durmiendo con las gallinas.
Menudo panorama, de verdad, menudo panorama.
-Y con nuestra cama pegada a la habitación de padre y madre, pues... -Nada, como que tu flor sigue... -Seca como la mojama, hija mía.
Hombre, con el drama que tengo encima, no riais.
-No te rías.
Tú sabes que, de vez en cuando, escucho el clas-clas de una escopeta en... Imagínate que un clas-clas, clas-clas... -Primo, en cuanto la Margarita se te plante con un salto de cama medio picarón, ni clac-clac, ni clic-clic, pim-pam-pum, y a triunfar.
-Dios te oiga.
-Dios te oiga.
-Pues como yo, con la Luisa.
-Sí, tú y Luisa.
¿Tú y Luisa en el pueblo?
¡Qué asco me das!
¡Qué asco!
Por eso me llamaban a mí el tonto del pueblo, de verdad.
-¿Quieres detalles?
-No quiero detalles.
-Sí, empezamos así, ¿no?
-♪ Para bailar la bamba ♪♪ ¡Vete con Luisa a girar por allí, por el mundo!
-Y Luisa le mandó un disco a Jonás y este está venga a ponerlo y venga a cantarlo, que está muy pesadito, ¿eh?
-¿A Jonás?
¿Y eso?
-Hija, ¿tú qué crees?
-Normal.
Nadie se resiste a la fuerza de los Infantes.
-Pues que lo digas tú.
-Te he oído.
-Buenos días, señora.
-Buenos días.
-¿Está doña Bárbara en casa?
-Está.
Adelante.
-Cristina, querida, pasa.
-Gracias.
-Uy, y traes otra cara.
-Ay, debe ser que se me han secado los ojos de tanto llorar.
-Bueno, pero si hasta bromeas y todo.
Esa es la actitud.
Bueno, ¿y ya lo tienes todo preparado?
-Pues no ha sido nada fácil.
Pero al final he conseguido hasta el último detalle.
-Va a ser una noche gloriosa.
Ay, yo me la voy a perder.
Por que le arruines la fiesta al Hombre del Año.
-Por que tenga el valor de hacerlo.
-¿Se puede?
-Menudas horas, compañero.
-Ya, es que ayer vi una película buenísima y luego había que comentarla.
-Ah, ¿sí?
¿Cómo se llamaba?
-"La legendaria noche de Alberto y Mateo".
No te imaginas la canción que pusieron después en la radio.
-"Tonight is the Night".
-¿Hiciste el numerito?
-No sé de qué me hablas.
-Hiciste el numerito.
-Pum, pum, pum, pam, pam, pam.
-Pum, pum, pum, pam, pam, pam.
-No has perdido el toque, ¿eh?
-Muchos años en el internado.
Anda, Hombre del Año.
Acaban de llegar las invitaciones.
Cena principal en el Emperador.
Los representantes de las empresas más importantes del país y todo para darte un premio a ti.
¿Nervioso?
-Buenos días.
Disculpe, don Alberto.
Ah, veo que ya han llegado las invitaciones.
Que me han pedido que le pregunte quién quiere que suba al escenario a presentarle.
-¿Cómo?
-Que, por lo visto, alguien importante para usted tiene que hacer una breve introducción de su carrera antes de la entrega del premio.
-Lo pienso y te digo algo, Clara.
Gracias.
-¿Cómo que "lo pienso y te digo algo"?
No estarás pensando llevar a... ¿Tú te has vuelto loco?
Alberto, sabes que te apoyo en todas las decisiones, pero bastante polémica va a ser que tu esposa no vaya a la gala como para que te presente Ana.
No te expongas en una noche así.
-Si yo no doy un paso adelante en mi vida, ¿quién lo va a dar por mí?
-¿Qué dices?
-Además, Ana irá en calidad de diseñadora.
-De diseñadora es arriesgado para ti y para las galerías.
Necesitas que otra persona te acompañe.
No quiero que te arrepientas de esta decisión.
-No me voy a arrepentir, Mateo.
Ana es lo único que tengo en esta vida.
Además, el Hombre del Año decide, ¿no?
-¡Pepita!
-¿Qué pasa, Rita?
-¿Cómo que "qué pasa"?
Pero ¿tú has visto todo este desorden?
Que ni por mi boda me ayudas con lo pendiente, hombre.
¿Somos amigas o no somos amigas?
-Sí, claro.
Lo que pasa es que se ha echado mucho de falta también a Luisa.
Hemos estado solo tres personas estos días en taller.
-Anda, sácateme de adelante, que el que siembra viento recoge tempestades.
Ya verás tú cuando te cases.
-¿No crees que te estás pasando?
-A mí la pena que me da es que no se la voy a poder devolver.
Porque le he dicho de la boda, pero esta, esta no se casa ni a la de tres.
Pero ¿quién la va a querer a ella?
Hay cosas que no cambian ni p'al Hombre del Año.
-¿Y esta sorpresa?
-Que ya no tengamos que esconderlo no significa que no me guste verte aquí.
-Que no, si lo digo por verte con ropa.
-Ah, vale, vale.
Que te gustó el striptease de ayer.
¿Quieres que te lo repita?
-No.
Que igual hay alguna señora tendiendo.
-Pues es lo que se lleva.
-Baja de ahí.
-Quiero que me presentes en la gala.
-¿Qué?
-Me han pedido que alguien hable de mí antes de que me den el premio y yo he pensado que nadie mejor que usted.
-Alberto, que por un momento pensé que hablabas en serio.
-Oye, oye, que hablo en serio.
Pero a ver, ¿qué te pasa?
-No me parece buena idea porque nos convertiríamos en el centro de todas las miradas.
-Dime al menos que te lo pensarás.
-Totalmente, es perfecta para crear volumen.
-Este es el charmeuse que yo estaba buscando.
Maravilloso.
-¿Todo bien?
-Todo bien, todo más que bien, Alberto.
Mira qué preciosidad.
Mira qué preciosidad.
Y este hombre, este hombre me ha salvado la vida.
-Te dije que era un buen fichaje, ¿o no?
¿Has visto los bocetos?
-No.
-¿Qué opinas, Raúl?
-Ven.
-Son muy buenos.
¿Has pensado algo para este modelo?
-He probado con una seda azul, pero no estoy convencido porque no tiene la caída que necesito.
-Creo que te puedo conseguir algo.
Mañana lo tienes aquí.
-¿Mañana?
¡Bravo, bravo!
Hay que hacer un monumento a este santo barón.
-Muchas gracias, Esteban.
Tienes que venir esta noche a la gala del Hombre del Año.
-No, no, es tu noche, no quiero molestar.
-No molestas, es la noche de Velvet.
Y se puede decir que tú ya formas parte de Velvet, ¿no?
-Gracias.
Iré encantado.
-Nos vemos allí.
Os dejo solos.
-No.
No, no, no.
No puede ser.
Ustedes dos.
Ustedes dos están... -Sr. De la Riva, está usted muy confundido.
No saque conlu... -Usted.
Shh.
Usted.
Usted es el de las flores.
-No, no, no.
-No puede negarlo.
-Sí.
Lo siento, Blanca.
-¡Ay, madre mía, de mi vida y mi corazón!
¡Por favor, pero qué maravilla de pareja!
Pero, Dios mío.
Déjenme que os vea juntos.
Déjenme les vea juntos.
Es maravilloso.
Mira, parecen esculpidos por los dioses.
Doña Blanca, tiene que contármelo todo.
Tiene que contarme cómo conoció a este caballero.
No, ahora no es momento.
No es buen momento.
Pero cuando le coja, en otro momento, va a contarme cómo fue, dónde se conocieron, de qué manera.
¡Ay, es un caballero!
Es maravilloso para usted.
Maravilloso.
Yo muero y mato por vestirla esta noche.
-Pero si yo no voy a ir a la gala de... -Lo tengo.
Ya lo tengo.
Va a estar divina.
Sobria, elegante, con personalidad.
Como usted.
¡Qué mujer!
¡Qué mujer!
Lo veo.
Lo veo.
¡Enhorabuena!
Lo veo.
Ahora vuelvo.
-Don Raúl es así de espontáneo.
-Tiene mucho talento, sí.
-Es un creador incansable, sí.
Nunca habíamos tenido un diseñador con tantísimo talento en Velvet.
Mira.
Este modelo lo ha rehecho apenas hace unos días.
-¿Entero?
-Absolutamente.
Hace dos días, cambió los patrones y es increíble, ¿verdad?
Para mí, es una de las joyas de la colección.
-Cierto.
-¿Qué haces tú?
-Me encantaría que te animaras a venir conmigo esta noche.
-No sé.
Yo creo que don Raúl se precipitó diciendo todo eso.
-No, no lo digo porque él lo haya sugerido.
Lo digo de verdad.
-Doña Blanca.
Disculpe que le moleste, pero don Raúl de la Riva le reclama.
-¿Ya?
-Eso ha dicho, que la esperaba en el probador.
-Disculpa.
-Nos vemos esta noche.
Rodeados de glamur, como en los viejos tiempos.
-No me digas que vas a ir a brindar por el Hombre del Año.
-¿Y tú?
-A ver a tu hermano hinchado como un pavo.
Preferiría comer cristales.
He reflotado estas galerías, he saneado sus cuentas, he traído a Airsa, pero él es el Hombre del Año.
-A alguien le han dado donde más le duele.
-Pero, vamos, que lo superaré.
En todo caso, nada comparado a lo de tus acciones.
-A veces resultas el hombre más despreciable del año.
-Mientras solo sea a veces, me conformo.
Ya sé que últimamente no nos hemos llevado tan bien como solíamos, pero... ...puedo volver a ser simpático.
Siempre que sepas agradecerme el favor.
-Enrique, puede que no sea la socia mayoritaria, pero ambos me necesitáis para tener una mayoría.
Soy la clave en vuestras disputas.
Así que si quieres que la balanza se incline hacia ti, igual el favor deberías hacérmelo tú a mí.
Piénsatela, me voy, que tengo una fiesta.
-¿A qué no sabéis quién está invitada esta noche a la gala del Hombre del Año?
-Ana, pero si nos lo estaban contando.
-Yo, que me ha invitado Mateo y no ves la ilusión que me hace.
-A mí también me hace muchísima ilusión que Alberto me ha pedido que presente su premio, pero no sé si debo ir.
-¿Te lo ha pedido a ti?
¡Qué barbaridad!
-Oye.
-No, no, chica, que eso es amor y lo demás son tonterías.
-Ya, pero no sé si quiero estar en boca de todos.
-Pero si llevas media vida esperando esto.
Alberto quiere que seas tú y tú quieres hacerlo, ¿a ti qué más te da lo que digan los demás?
-Porque podemos hacer daño a mucha gente, empezando por mi tío.
-Pero si ya tenéis su bendición.
-Bueno, pero de una manera discreta y sin llamar demasiado la atención.
-Pero que tú vas a hacer una presentación, tampoco vas a hablar de vuestra vida privada.
Y lo haces como empleada de estas galerías.
Yo no veo ningún problema.
-Claro, arriésgate, mujer.
Mira a Pedro en el altar con Rosa Mari, que la dejó plantada como una lechuga.
En esta vida, el que no arriesga no gana.
-Ana, ya terminé lo que me tocaba de doña Aurorita.
-¿Ya?
-Es Luisa.
Es que me pongo su música y me inspiro y no puedo parar.
Me quedo a la espera de más ahora que estoy en racha, ¿eh?
-Gracias, Jonás.
¿Y ahora qué hacemos con este chico que está loco con Luisa?
-Sí, hija mía, qué poderío.
Se ve que estos no perdieron el tiempo en Porrillos, ¿eh?
-Es lo que pasa cuando no tienes a padre apuntándote con una escopeta por la noche, ¿no?
-¡Ay, ríete, que ya me tocará a mí!
Ya verás.
-Bueno, ya verás la cara de doña Aurorita cuando me vea llegar con estos vestidos que no espera a por ellos hasta dentro de cinco días.
-Pues no te creas, que esa con lo siesa que es.
Dile que te pague igual de pronto que la entrega.
Oye, que Phillipe Ray ya no es el que era y ahora tenemos una reputación.
Tendremos que renegociar, ¿no?
-Menos mal que llevo yo las riendas del negocio porque por vosotras moríamos de éxito, ¿eh?
Bueno, voy a decirle a Alberto que voy a acompañarlo esta noche.
-Anda esta.
-Se le va a subir el pavo y todo.
-"Ahí yo estaré.
Ponte guapo, pero no más que yo.
Lo advierto".
-Doña Aurorita, no se lo va a creer.
Ya tengo listo el último pedido que me hizo.
-Ay, Ana, qué bien que lo tengas ya.
La colección está siendo un éxito rotundo.
Felicidades.
-Gracias, la verdad... -María, por favor.
Con mucho cuidado, ¿eh?
Bueno, desde que tu amiga salió en las revistas, tus diseños se venden como rosquillas.
Bueno, todo el mundo quiere tener un Phillipe Ray.
No me irás a dejar ahora, ¿verdad?
-Pero... -Bueno, que yo sé lo que me hablo, ¿eh?
Que los diseñadores sois así.
Empezáis en la tienda de la esquina, llega el éxito y, si te he visto, no me acuerdo.
-No sé cómo puede pensar eso de mí, doña Aurorita.
La verdad es que... -Bueno, solo estaba tanteando.
Toma, anda.
Aquí tienes los nuevos pedidos.
-Pero ¿cuántos son?
-Nueve.
Bueno, hay que aprovechar el momento, Ana.
No iba a decir que no.
Y a ver si esos también me los tienes prontito.
-Veré lo que puedo hacer.
-Cuanto antes empieces, antes acabas.
Ana, tu tío tiene razón.
Llegarás muy lejos.
Eso espero.
-¿Me estabas buscando?
-Sí, pero como no le encontraba ni en la tienda ni en la habitación, tuve que venir a arreglarme, que si no, no llego.
-Estás guapísima.
-Gracias.
Alberto me ha pedido que le presente en la gala esta noche.
-¿Y?
No es un delito, ¿no?
-No, claro.
Pero, bueno, la gente se puede hacer preguntas, puede haber comentarios y no quiero decepcionarle.
-Ya lo sé, hija, ya lo sé.
Yo... ¿Me permite?
Verás, hija, a la gente de mi edad, no le resulta fácil asumir situaciones como esta.
Como esta vuestra, quiero decir.
Espero que me comprendas.
Alberto no debió casarse solo por salvar las galerías.
Si esto no se hace por amor, siempre sale mal.
Siempre.
Y ahora, joven... Vamos, vamos, que se te hace tarde.
Eh, quiero que me feliciten por tu discurso.
Si no, sí me sentiré defraudado.
-Gracias.
-Sra.
Infantes, ha llegado la noche de la verdad.
-¿Qué?
-¿Eh?
-¿Eh?
-Mjm.
-Estás guapísima.
-¿Sí?
-Y superperfumada y sexi.
-Sí.
Ay, Pedro, que me pones nerviosa.
Que hoy no tenemos a mi padre con la escopeta, pero tenemos a doña Blanca y a don Emilio y a la plana mayor de Galerías Velvet.
-Eso, eso sí que no, eso sí que no.
Esta noche, que esta noche, esta noche, pero, vamos, yo lo haría, lo haría.
-¿Qué?
-Te lo haría ahora.
Ahora mismo, ahora mismo.
-¿Sí?
-Pero no lo voy a hacer.
-¿Sí?
¿No?
No lo voy a hacer, te voy a respetar.
-Bueno.
-Te prometo respetarte, pero te prometo... -¿Qué?
-Que esta noche va a ser... -¿Qué?
-Va a ser apoteósica.
-Sí, bueno, tú, tú no me prometas tanto ahí a ver si me, ah.
Que me voy a llevar a una decepción y luego... -Sí.
-¿No?
Me voy a por, me voy a por sidra, que habrá que brindar esta noche, no digo yo, que si se me va a aclarar, pues ya... -Sí, sí, yo voy a, yo voy a preparar aquí el pollo.
Pedrito, Pedrito, Pedrito.
Esta noche es tu noche.
Esta noche no te puedes venir abajo, te tienes que venir arriba.
Esta noche tenemos que estar... ¿Qué haces, primo?
¿Qué haces?
¿Qué haces aquí?
-¿Con quién hablas?
-¿Con quién?
Pues con... ¿Qué estás haciendo aquí?
-¿Cómo que qué hago aquí?
¿Tú no me has pedido que te trajera un ramo de flores?
Que, por cierto, lo de "Margarita para Margarita" me parece un poco cursi.
-O sea, que tú no sabes de esto.
Lo que pasa es que Rita no conoce varón y esta noche es muy especial para ella y para mí, porque tengo unas ganas que... -Pues nada, oye, deja el pabellón familiar.
-No me presiones tanto, de verdad.
-Primo, tranquilo, que va a salir muy bien.
Mira, si yo te contara con Luisa, bueno, era un festival.
-Pero ¿por qué me cuentas lo de Luisa?
Pero si es que tú me hablas de Luisa como si te hubieses enamorado y tan solamente has estado una noche con ella y hablas como si fuese "la mujer de mi vida", vaya.
-¿Qué dices?
¿Qué dices?
-Porque ¿dónde está Luisa ahora mismo?
¿Dónde está?
Dímelo tú.
Está por el mundo, es una gran artista y que está conociendo hombres y hombres y... -Mira, mira, mira, tú déjame a mí, tú déjame a mí y ahora repite conmigo.
♪ Si las mujeres van radiantes ♪ ♪ es porque les han de dar a los Infantes ♪♪ ¡Sí!
-Vale.
-No me falles, ¿eh?
Y tú tampoco.
[rechinidos] -¡Gregorio, espere!
-¿Sí, Srta.
Patricia?
¿Necesita algo?
-Buenas noches.
-Buenas noches.
-Te hacían la fiesta en honor al ego de tu hermano.
¿O es que se han ido sin ti?
-Venía a comprobar que seguía excitándote tanto como antes.
-Bienvenido a tu gran noche.
-Nuestra gran noche.
-Buenas noches y bienvenidos a todos.
Don Alberto, un placer tenerlo con nosotros.
-Buenas noches, caballero.
-Después del cóctel de bienvenida, procederemos a la entrega del premio.
-Alberto, mira quién viene por allí.
-Esteban.
Pero, bueno, hacía tiempo que no veía a la familia tan unida.
-Hasta la oveja negra vuelve al redil.
-¿Blanca?
-Buenas noches, doña Pilar.
-¿Cómo estás, Alberto?
-Muy bien.
Buenas noches, tía Pilar.
-¿Y Cristina?
¿No ha venido?
-No, está afuera.
-Felicidades por tu premio.
Más que merecido.
No te puedes perder la nueva colección de Oxford.
Es colosal.
Disfrutad de la noche.
-Había olvidado lo que era tener a la familia Márquez en mi contra.
-No te lo tomes como algo personal.
Ya has visto que con Alberto también tiene su propia guerra.
Pilar es una persona difícil.
-Me temo que estás siendo demasiado benévolo.
-¿Qué más da lo que opinen de nosotros?
Ya no somos unos críos.
-Enhorabuena, Alberto.
Muchas felicidades.
-Gracias, caballero.
-No ha faltado nadie, ¿eh?
-Y todo el mundo ha venido por ti.
¿Estás nervioso?
-Un poco, la verdad.
-Pues brindemos para tranquilizarte.
Por el Hombre del Año.
-Por el Hombre del Año.
[en voz baja] Y su chica.
-Gracias.
-¿Te he dicho ya lo que me han gustado las flores?
-Un par de veces.
-Míranos qué bobos somos.
Aquí callados como armarios con lo que nos gusta hablar a los dos.
Que no paramos.
-¿Estás nerviosa?
-¿Y tú?
-Los dos a la vez.
Una, dos y tres.
Sí.
-Sí.
Pues yo todavía tengo excusas porque soy primeriza, pero yo no sé por qué tú estás nervioso si, si tú de esto ya, de esto ya sabes.
-Pero lo que sé no sé si es suficiente.
Sobre todo cuando tienes delante a la flor más bonita de este mundo.
-Pensé que no ibas a venir nunca.
-No es tan fácil.
Lo último que quiero es levantar sospechas.
-¿Y no se te ha ocurrido una tapadera mejor que volver a liarte con la pobre Blanca?
Por Dios.
No sé de qué me sorprendo.
-¿Qué crees?
¿Que he perdido facultades?
Ha sido ella la que ha venido a mí y me lo ha puesto en bandeja.
-Seguro.
Solo espero que no vuelvas a enamorarte de ella como un tonto.
-¿Has visto los patrones del nuevo vestido?
-Espectacular.
Estamos trabajando en ello.
Tienes que pasar por Oxford, recoger los patrones y devolverlos, antes de que nadie se dé cuenta.
-Raúl es bueno, muy bueno.
Espero que lo que estés haciendo esté a su altura, porque va a ser un gran éxito.
-¿Raúl?
¿Qué Raúl?
Aquí no hay más colección que la de Oxford.
Ya no le pertenece.
Así es la vida, unas veces se gana, otras se pierde.
-No debería subestimar a Velvet.
-Hermanito, ¿tú con quién estás?
Mira lo que le pasó al idiota de Rafael.
No creo que Velvet sea garantía de nada.
Ya puedes volver con tu Cenicienta.
¡Pobrecilla!
Qué decepción se va a llevar cuando descubra que su príncipe azul en realidad es un sapo.
-Gracias por la parte que me toca.
-Señorita, si no le importa, ¿puede venir conmigo?
Vamos a hacer la entrega del premio.
-Sí.
-Ana.
No les digas que ronco.
-Buenas noches a to... [chirrido] Es un honor para mí presentarles al hombre que va a recibir el premio esta noche.
Don Alberto Márquez.
Créanme, él es mucho más que el Hombre del Año.
Es alguien generoso, honesto, sacrificado, que posee un talento infinito y que vive enamorado igual que yo... ...de la moda.
Ese camino es el que nos unió profesionalmente.
Y es el que ahora le reconoce como uno de los grandes talentos de nuestro país.
Sin duda tengo que aceptar públicamente que ha tardado en llegar.
Y también que este premio será el primero de muchos.
Enhorabuena, Alberto Márquez.
-Gracias, caballero.
Muchas gracias.
Gracias a todos.
Esta noche es muy especial para mí.
No solo se tiene en cuenta mi trayectoria profesional, sino la de todos los hombres y mujeres que trabajan en Velvet para hacer posible mi sueño.
El sueño de todos.
Así que, por favor, les pido un fuerte aplauso para todas estas personas porque merecen este premio más que yo.
Y ahora, si me permitís, me gustaría dedicarle este premio a tres personas que han dejado su huella en mi vida.
A mi padre Rafael, porque, a pesar de todo, me enseñó que el esfuerzo y el sacrificio merecen la pena si al final consigues o que deseas.
A mi madre Isabel, con la que pasé menos tiempo del que hubiera querido, pero que me enseñó que la vida se pasa si no la aprovechas y que merece la pena luchar por las cosas buenas de la vida porque de repente ya no estás.
Y por último, por la mujer de mi vida, a la mujer que me ayuda todos los días... [aplausos] [en voz baja] ¿Qué haces aquí, Cristina?
-Celebrar el éxito de mi esposo... ...y que vamos a ser padres.
Estoy embarazada, Alberto.
-¿Qué haces con ese vestido?
-¿No te gusta?
-No sé a lo que estás jugando, Cristina, pero no te va a salir bien.
-¿Tú crees que un niño no cambia las cosas?
¿Crees que la vida de mi tío fue la misma desde que llegué aquí?
-Cristina nos va a hacer la vida imposible, pero te prometo que no pienso parar hasta conseguir la nulidad matrimonial.
-Pero ¿cómo voy a darte detalles?
Solo puedo decirte que Pedro fue to' un caballero.
-Salvaje.
Salvaje como dos leones, primo.
-Si lo que pretendes es darme pena, se acabó.
-No, el que da pena eres tú.
No tienes corazón.
-Así que no sabías nada, ¿no?
-Empiezo a recordar, sí.
-¿Este vestido yo lo he visto ya antes?
-Serás inútil, lo tienes delante.
-No me lo puedo creer.
-Ni usted ni nadie, don Emilio.
-Hablen con todos los empleados, por favor.
Cualquier información es importante.
Tenemos un topo.
-El problema, papá, es que hay algo más.
Algo, que si trasciende, no valdrán unas simples disculpas para limpiar nuestro apellido.
-Estás fuera.
-¿Cómo?
-Todo ha salido como esperábamos.
Enrique está fuera.
Nadie sospecha de mí.
Support for PBS provided by: